II edición de los premios de literatura

Hay lugares donde la Historia se representa con espadas, caballos y fuego, y otros donde se invoca con algo mucho más silencioso y poderoso: la palabra. Puy du Fou España, conocido por convertir el pasado en espectáculo vivo, lleva tiempo demostrando que su relación con la Historia no se agota en el escenario. También pasa por los libros, por los relatos escritos a solas, por quienes entienden que antes de ser contada, la Historia fue imaginada, pensada y escrita.
Con esa idea como punto de partida se ha presentado la segunda edición de los Premios de Literatura Puy du Fou España, un certamen que en apenas un año ha pasado de ser una propuesta ambiciosa a consolidarse como una cita relevante dentro del panorama literario histórico. No es poca cosa en un país donde escribir —y leer— sigue siendo, en demasiadas ocasiones, un acto casi íntimo y poco celebrado.
La presentación, celebrada en un entorno cargado de simbolismo cultural, no tuvo el tono de una simple convocatoria. Se respiraba más bien la sensación de continuidad, de proyecto que ha encontrado su sitio. La primera edición dejó claro que existía un deseo latente: más de mil relatos enviados desde todos los rincones del país demostraron que la Historia de España sigue siendo un territorio fértil para la imaginación literaria, lejos de lecturas académicas rígidas o discursos prefabricados.
Lo interesante de estos premios no es solo su dotación o su estructura, sino su filosofía. Aquí no se busca una novela cerrada ni una carrera literaria consolidada, sino relatos. Historias concretas, episodios, personajes conocidos o anónimos que habitaron la península desde la Prehistoria hasta los albores del siglo XX. Textos que no tienen que rendir cuentas a modas ni tendencias editoriales, sino a algo más exigente: la capacidad de emocionar contando el pasado.
Hay algo deliberadamente libre en la propuesta. Relatos inéditos, extensión contenida, un jurado que combina trayectorias, estilos y miradas muy distintas, y un proceso de selección que se reivindica independiente. En tiempos donde todo parece medirse por impacto inmediato, esta apuesta por la literatura como espacio de pausa resulta casi contracultural.
El éxito de la primera edición no solo validó la idea, sino que dejó una lectura clara: existe una comunidad de escritores —noveles, experimentados, invisibles para el gran circuito— con una necesidad real de contar Historia desde lo narrativo, desde lo humano. No como lección, sino como experiencia. Como memoria compartida.
Que Puy du Fou impulse estos premios no es casual. Forma parte de una misma visión: entender la cultura como un ecosistema donde el espectáculo, la educación y la creación literaria se alimentan mutuamente. Donde el visitante que se emociona con un espectáculo puede, quizá sin darse cuenta, sentir después el impulso de leer, de escribir o de mirar el pasado con otros ojos.
El jurado vuelve a ser uno de los pilares del certamen. Nombres con peso propio dentro de la literatura histórica española, trayectorias diversas y una premisa clara: rigor, independencia y respeto absoluto por los textos. La decisión de mantener el anonimato del jurado hasta el fallo final en la edición anterior no fue un gesto simbólico, sino una declaración de intenciones. Aquí importan los relatos, no los nombres.
Los premios, más allá de lo económico, funcionan como un reconocimiento público a la escritura histórica en un momento en el que el género vive una tensión constante entre divulgación, entretenimiento y rigor. Este certamen parece querer situarse en un punto intermedio: accesible, pero exigente; abierto, pero cuidadoso; popular, sin ser complaciente.
El calendario ya está en marcha y, con él, la invitación a escribir. A sentarse frente a la página en blanco y preguntarse qué episodio del pasado merece ser contado hoy. Qué personaje olvidado, qué instante decisivo, qué historia mínima puede iluminar algo del presente.
En un mundo saturado de opinión inmediata, la literatura histórica sigue ofreciendo algo raro y necesario: perspectiva. Tiempo. Profundidad. Y estos premios, en su segunda edición, confirman que Puy du Fou España no solo quiere contar Historia, sino provocar que otros la cuenten.
